Enrique Núñez - Contracara
Según los panistas, las delegaciones federales no revisten mayor importancia en materia electoral.
Ni la Sedeso ni el Infonavit ni el Registro Agrario ni ninguna otra representan políticamente nada.
¡Ah!, pero cómo se las pelean.
Ya se parecen al doitor Doger que asegura que los autos que vendió no servían para nada, pero, “extrañamente”, había cola para comprarlos.
Es obvio que las delegaciones serán el instrumento panista para operar la elección federal del año entrante.
Nadie se chupa el dedo.
Pero lo más importante será que en la renovación de delegados cada grupo panista está moviendo sus piezas para lograr hacerse del mayor número de delegaciones.
Son tan burdos que, por un lado, juran en las ruedas de prensa que las delegaciones no sirven para nada, y luego salen de ahí para matarse por ellas.
Una vez que se conozcan los enroques y nuevos nombramientos haremos el recuento.
Se alborotó la gallera azul
Como era de esperarse, los demonios se soltaron en el interior de las filas panistas, en donde se puede anticipar quiénes serán los vencedores y quiénes los vencidos.
De entrada, los únicos ganadores de estas guerrillas no serán otros que los priistas, quienes históricamente se han despachado con la cuchara grande, siempre que los panistas se empeñan en este tipo de batallas canivalescas.
Y digo que esta guerra era de esperarse porque los panistas son más que previsibles.
Cómo olvidar el olor a sangre que respiramos justamente hace seis años, cuando los panistas se enfrascaron en un pleito de grupos, en donde el frailismo marginó las aspiraciones del “loquito” Paredes, quien en ese entonces tenía puesta la mira en la candidatura blanquiazul.
Así, los panistas se despedazaron hasta lograr su cometido. Fraile se convirtió en su candidato, aunque con innumerables bajas por el fragor de la batalla.
Y esta vez, los panistas parecen estar sentenciados a comerse unos a otros para beneplácito del priismo.
La causa no es otra que la presencia de un extraño, quien de plano los volvió locos.
Sin duda, si algo sabe el nieto del general es operar y seducir.
Así lo hizo con buena parte de los priistas y ahora lo repite con los confundidos panistas, quienes ya no saben ni en qué o quién creer.
Un día llega “Ana Tere” con regalos y saludos del presidente; otro día “El Tigre” con la historia de siempre; esporádicamente hace lo propio Ángel Alonso para prometerles el paraíso y, para rematar, aparece Moreno Valle como Santo Rey cargado de regalos, promesas y un puñado de billetes.
Es evidente que, si bien es cierto, la ambición y los recursos de Moreno Valle lo han llevado a comprar conciencias con notable facilidad, también es un hecho que la división de los otros tres aspirantes les ha impedido controlar la operación del consentido de Elba Esther.
Si en este momento los grupos del panismo tradicional decidieran cerrar filas para fortalecerse como grupo, otro gallo les cantaría.
Sin embargo, tanto Ana Teresa, como Humberto y Ángel Alonso mantienen la misma postura:
¡Sí, pero sólo si voy yo!
Y en esa lógica verán pasar los mejores días de este proceso, mientras Moreno Valle hace de las suyas.
Porque aunque los tres insisten en que están unidos, la realidad es que cada quien ve para su santo.
Evidentemente, de esa unión o desunión depende quién sea el candidato panista rumbo a Casa Puebla.
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